domingo, 19 de octubre de 2008

Docena de Bill Gates empujan carro en la Sabana.

La fortuna de Bill Gates multiplicada por 12 es lo que vale el plan de rescate financiero que los gringos acaban de aprobar. Es en serio. El plan de emergencia inyectará 700 mil millones de dólares, mientras que Gates vale 57 mil millones de dólares. Esperan, tal vez, arreglar la economía, pero no parece suficiente. Siguen cayendo bancos de un siglo de edad, empresas sólidas como la roca se desploman cual castillos de arena. Europa está contagiada, y ahí nos está llegando la gripe. La economía más grande del mundo está en quiebra. Luces rojas, sirenas, es un incendio que no saben bien cómo detener.

Hay algo que aprender del manejo que hace un país mentalmente desarrollado de una crisis, o de cualquier decisión que toman. Ven un problema, presentan planes de solución. Se discute rápido, entre plan A, plan B, u otro. Una vez aprobado, todos empujan el carro en la misma dirección para salir del atolladero.
Este gigantesco plan es muy imperfecto. Es curioso, que a ninguno de los dos partidos les gusta. A los republicanos, muy de derecha, no les gusta eso de que los seguros se estaticen, a ellos les gusta la privatización extrema. A los demócratas no les gusta eso de usar fondos públicos para financiar bancos privados que fueron muy agresivos y arriesgados en su afán de lucro. La lógica tica diría que en un país bipartidista, un plan que no le gusta a ningún partido está condenado a muerte. Pues no. Lo aprobaron en quince días.

Por eso somos subdesarrollados. Buscamos un plan perfecto en que todos estén felices al 100% antes de actuar. Nos paralizamos. En el senado se juntaron los gringos y esta fue su discusión: “Se presenta Plan A”. Llovieron las críticas. Se hicieron ajustes, en una semana. “Bueno, acá está el Plan A, mejorado, ¿Alguien ofrece un plan B mejor?”
Nadie tenía otra idea, entonces ¡Aprobado! De concepción a parto en dos semanas. Es fácil tomar la decisión cuando se entiende que estamos en el mismo barco.

Si mi barco se hunde, me subo al bote salvavidas aunque no me gusta el color o me da pereza tener que remar, o no tiene aire acondicionado. Actúo porque entiendo que la parálisis me puede costar la vida. Ellos dicen que “time is money” y tienen razón.

Nosotros en cambio, recibimos de obsequio un estadio de fantasía que ni en cien años estaríamos en capacidad de pagar nosotros mismos, y no lo aceptamos porque no sabemos dónde queda bien. Es como que el vecino me regale un TV de plasma de 40 pulgadas y no lo acepte porque no me pongo de acuerdo con mi esposa de si ponerlo en la sala o en el dormitorio. Rayamos en el ridículo. En el lote vacío de La Sabana se nos pegó el carro, unos empujamos para adelante, otros para atrás, y cada día nos hundimos más.

Panamá nos está ganando no solo el Latin American Idol, también en velocidad de decisión. A nosotros nos parece grande un estadio de $72 millones regalados, ellos se metieron en deudas para el proyecto de un nuevo canal, de $5000 millones, en menos de un mes. En vez de envidiar y criticar tanto a los gringos, deberíamos aprender algo de lo bueno que tienen todos los países desarrollados. Saben tomar decisiones. La parálisis no es un plan de acción. ¿Cuánto llevamos decidiendo el TLC? Es mejor avanzar con los riesgos de un plan imperfecto que morir paralizados por la indecisión.


-No publicado aún.

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