Aposté mi vida, pero ya no lo hago y por eso cuento la historia. Como nunca he tenido armas de fuego, usé un carro y manejé borracho, da lo mismo. Al echar 1 bala en un revólver de 6 tiros, girar el tambor y tirar del gatillo, se llevan 16,666% probabilidades de muerte. No existe el jugador crónico de ruleta rusa, tarde o temprano muere. Por años manejé con tragos pero no a diario, tal vez una noche a la semana; en la ruleta de 7 días, le eché guaro a uno y encendí el motor. Cada siete días una lotería fatal que gracias a Dios nunca me pegué. Las estadísticas iban en mi contra y en mi locura me creía un hombre sensato.
Como nunca me han hecho una alcoholemia, no sé la proporción exacta en que aumentó mi incapacidad para manejar, según mi peso y metabolismo cada vez que pedí una ronda más. Tal vez cuando decidía irme a casa estaba en 0,5 pero un par de zarpes sin boca hicieron su peor efecto al rato, cuando estaba al volante y alcancé 1,9 o lo que sea. Si me daba sueño y me ponía lento, lo atribuía al cansancio, jamás al guaro. A veces me parqueaba en una bomba a dormir un poco. Estacionando rayé focos y raspé aros; sólo por un milagro no pasó esto a 50 kph, y no se cruzaron seres humanos en mi ruta. Yo podría ser ése que hoy está en cárcel por matar a un ciclista o aquél que chocó el carro del trabajo frente a una escuela y se orinó en los pantalones.
Todo cambió un primero de enero. Un amigo, compañero de trabajo, iba de vuelta a casa tras celebrar con unos traguitos. Se quedó dormido o le fallaron los reflejos, atropelló un puente y murió de inmediato. No hubo peatones u otros carros afectados, sólo hubo un muerto en esa nota de sucesos; pero fue suficiente, porque no fue en vano. Fue un sacrificio para que yo aprendiera la lección, salvara mi vida y la de otros. Algunos que lo habían visto esa noche se sorprendían: “No entendemos, si se fue como siempre, como lo hacemos todos”. ¡Sorprende que no pasara antes! Cuando estuve dispuesto a manejar con tragos negaba que el licor afectara el sistema nervioso. No importaba la evidencia científica, yo me creía mejor conductor, más guapo, más valiente y mejor bailarín.
Por eso sé que el problema de alcohol al volante no es cuantitativo. Perdía la cuenta de las rondas, o una misma dosis creaba efectos diferentes, o un mismo efecto se hacía más peligroso según velocidad y visibilidad, y así hay muchas variables más allá del número de cervezas. El problema es cualitativo: estuve dispuesto a jugármela, con una o tres balas en el tambor, qué importa, perdí respeto por la vida mía o ajena. Los diputados discuten si el límite sano de alcohol en la sangre es 0.5 o 0,75 u otro número mágico. Podrían zanjar la diferencia a medias, un 0,666% de alcohol al volante, acorde con lo tenebroso de la absurda discusión.
Manejar con tragos fue de las peores cosas que hice en mi vida, a la vez suicida y asesino. Hoy tengo una hija; no me imagino el dolor de un padre al perder un hijo atropellado, no quiero volver a ese juego. Apoyo la tolerancia cero de alcohol al volante: ni 0,5 ni 0,001. El que quiera beber hasta caer de espaldas, que lo haga, es su derecho, pero que no maneje, y que no cuente conmigo porque ya aprendí el valor de una vida humana.
César Monge. 19 marzo 2010.
Como nunca me han hecho una alcoholemia, no sé la proporción exacta en que aumentó mi incapacidad para manejar, según mi peso y metabolismo cada vez que pedí una ronda más. Tal vez cuando decidía irme a casa estaba en 0,5 pero un par de zarpes sin boca hicieron su peor efecto al rato, cuando estaba al volante y alcancé 1,9 o lo que sea. Si me daba sueño y me ponía lento, lo atribuía al cansancio, jamás al guaro. A veces me parqueaba en una bomba a dormir un poco. Estacionando rayé focos y raspé aros; sólo por un milagro no pasó esto a 50 kph, y no se cruzaron seres humanos en mi ruta. Yo podría ser ése que hoy está en cárcel por matar a un ciclista o aquél que chocó el carro del trabajo frente a una escuela y se orinó en los pantalones.
Todo cambió un primero de enero. Un amigo, compañero de trabajo, iba de vuelta a casa tras celebrar con unos traguitos. Se quedó dormido o le fallaron los reflejos, atropelló un puente y murió de inmediato. No hubo peatones u otros carros afectados, sólo hubo un muerto en esa nota de sucesos; pero fue suficiente, porque no fue en vano. Fue un sacrificio para que yo aprendiera la lección, salvara mi vida y la de otros. Algunos que lo habían visto esa noche se sorprendían: “No entendemos, si se fue como siempre, como lo hacemos todos”. ¡Sorprende que no pasara antes! Cuando estuve dispuesto a manejar con tragos negaba que el licor afectara el sistema nervioso. No importaba la evidencia científica, yo me creía mejor conductor, más guapo, más valiente y mejor bailarín.
Por eso sé que el problema de alcohol al volante no es cuantitativo. Perdía la cuenta de las rondas, o una misma dosis creaba efectos diferentes, o un mismo efecto se hacía más peligroso según velocidad y visibilidad, y así hay muchas variables más allá del número de cervezas. El problema es cualitativo: estuve dispuesto a jugármela, con una o tres balas en el tambor, qué importa, perdí respeto por la vida mía o ajena. Los diputados discuten si el límite sano de alcohol en la sangre es 0.5 o 0,75 u otro número mágico. Podrían zanjar la diferencia a medias, un 0,666% de alcohol al volante, acorde con lo tenebroso de la absurda discusión.
Manejar con tragos fue de las peores cosas que hice en mi vida, a la vez suicida y asesino. Hoy tengo una hija; no me imagino el dolor de un padre al perder un hijo atropellado, no quiero volver a ese juego. Apoyo la tolerancia cero de alcohol al volante: ni 0,5 ni 0,001. El que quiera beber hasta caer de espaldas, que lo haga, es su derecho, pero que no maneje, y que no cuente conmigo porque ya aprendí el valor de una vida humana.
César Monge. 19 marzo 2010.
1. Publicado 20 marzo 2010 (40 aniversario de Joaco).
2. Publicado en Primera Plana, Semanario del Colegio de Periodistas CR. 12 abril 2010:
3. Publicado en La Nación. 01 de agosto 2011. (650 shares directos a Facebook)
http://www.nacion.com/2011-08-01/Opinion/yo-jugue-ruleta-rusa.aspx
4. Publicado en Diario Extra, 22 de agosto 2011.
Muy bueno César,el reconocer y salirse de ese rol infernal de vida es lo más grande que nos ha sucedido en la vida.
ResponderEliminarJOACO
Me parece lamentable lo que esta pasando en nuestras carreteras, son como mares de sangre. Siento que la publicidad de corazón pintado en la calle nos impacto por un momento pero ahora contamos los corazones de camino a casa.
ResponderEliminarYo no estoy en contra del alcohol pero si apoyo la cero tolerancia del alcohol al volante!
Yo creo que el comentario esta muy bueno! Yo tambien fui irresponsable una vez y solo Dios hizo que no me matara y no matara a alguien, creo que lo importante de la historia es reconocer que vivimos en una sociedad donde manejar con tragos estaba considerado como lo normal (y con eso no justifco mi acto porque es reprochable)y ahora que tomamos consciencia de lo estupido que es creo que DEBEMOS cambiar, yo voto por CERO tolerancia al alcohol!!!!!!!, aprendamos a vivir sin alcohol, se sufre menos.... Sofi.
ResponderEliminarte felicito por tu comentario es de sabios reconocer tus errores y compartir tu experiencia creo que la unica embriaguez que se permite al volante es la embriaguez del Espritu Santo mientras el no tome tu volante y la direccion de tu vida estas mal.
ResponderEliminarMae Cesar, seria interesante hacer un analices, con aquellas personas que al menos se les han aprendido en el acto, quienes son, y donde provienen, analizar que tipo de educación, y principios la han inculcado sus padres, en mi caso como chofer que soy, y aunque no tomo, cuando lo hacia, nunca tomaba, por sentido de responsabilidad, y amor propio, te cuento que mi padre fue alcohólico, de esos de llegar arrastrado, e incluso hombre de agresiones físicas, y emocionales, contra mi madre y nosotros, pero mi madre con su ternura, amor y sapiencia, nos decía "ojala cuando uds sean grandes no imiten a su padre", y nos daba una y mil razones para no hacerlo, que por tiempo y espacio no lo especifico, y de los seis hermanos que somos, y que todos manejamos, y tenemos vehículo, no lo hacemos por esos principios que nuestra madre impregno en nosotros, no fue por un consejo que decidimos ser responsables, sino fue tarea de años y de ejemplos tanto en lo negativo como en lo positivo, y hoy hasta la fecha no nos hemos salido del canasto, no tanto quizás por la gente, y quizás por nuestra vidas, si no por el consejo de alguien quien a marcado en nuestras vidas, amor, enteresa, sacrificio, respeto hacia los demás, pero sobre todo a nosotros mismos, honor y pleteisia a quien nos guió con autoridad, pero con amor no con látigo... pregunto cuantas madres "actuales" sacan tiempo para sus hijos, para instruirlos, para conocer sus necesidades, (no materiales)sino emocionales y espirituales, entonces te pegunto mi querido amigo Cesar en donde esta el verdadero problema de nuestra sociedad ????
ResponderEliminarExcelente compañero, yo también opino cero tolerancia del alcohol al volante!
ResponderEliminarYo era la "chofer designada" después de una fiesta, pero no porque no tomara, sino porque era la que tomaba menos. Un día no supe cuánto tomé; entre las risas de los chistes, la plática amena y un bartender dedicado a que ninguno tuviera su copa vacía, me descuidé. Salimos del lugar, manejé por intersecciones concurridas de tráfico y peligrosas, y no recuerdo cómo llegué a mi casa. Al día siguiente lo único que recordaba era haberme despedido de nuestros anfitriones, y tomar el volante del carro. No encontraba ni mi cartera, ni mi celular. Me sentí asombrada de lo que me pasaba, tenía una laguna mental, y no concebía cómo había conducido a través de esas complicadas vías, sin haber colisionado con alguien. Estuve asustada pensando en la tragedia que pudo haber ocurrido y que solo Diosito en su infinita bondad evitó. Nunca más conducí si bebía, y al poco tiempo mejor dejé el alcohol fuera de mi vida. No me gustó jugar más a esa ruleta rusa, donde ponía en juego mi vida y la de otros. ¡Es suficiente! Adiós a ese jueguito que se tienen los Diputados, que con ese porcentaje de permisibilidad en lo único que piensan es en poder tomarse unas copitas y que no los vayan a atrapar conduciendo. ¡RESPONSABILIDAD SEÑORES! y ¡DÉJENSE DE TANTA ALCAHUETERÍA! ¡CON LA VIDA DE OTROS NO SE JUEGA! ¡CERO TOLERANCIA AL ALCOHOL! ¡EVITEMOS TANTAS TRAGEDIAS!
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