Resultó polémica la reciente propuesta para dos cambios constitucionales. 1- Que el juramento del Presidente no diga “Juro por Dios” sino simplemente “Juro..” y 2- Que el Estado no tenga religión oficial, y por tanto no financie ninguna. Como pueblo de tradición cultural judeocristiana, ¿Qué dicen Moisés y Jesús del tema?
1. Juro que soy cristiano.
¿No jurar por Dios? ¡Escándalo! Los más alarmistas dicen que esto va contra nuestra tradición, y equivale a sacar a nuestro Creador de la Constitución. Acaloradas reacciones sin fundamento. Veamos nuestra Biblia, con la parte antigua judía y la nueva cristiana.
En el Antiguo Testamento, la Ley de Moisés no se opone a jurar por Dios, sino a incumplir el juramento: “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios” (Lev 19). Enorme sentido práctico; ciudadanos que han jurado por Dios, igual enfrentan juicios por corrupción; que un humano jure por Dios no garantiza que actuará como Dios manda.
Luego, Jesús aclaró el tema hace dos mil años: “Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan "sí", que sea sí, y cuando digan "no", que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.” (Mat. 5) Sencilla y práctica, como toda enseñanza del Maestro.
Entonces, con base en principios judeocristianos, esta parte de la propuesta constitucional resulta irrelevante, no ofensiva; sin importar cómo sea la juramentación, lo importante es que se cumpla. Una forma cristiana pero muy tica sería “¿Promete portarse bien?” y la respuesta, “Sí”.
Por ejemplo, el compromiso de los presidentes estadounidenses es: “Juro solemnemente…” Aunque su constitución dice “In God we trust” (Confiamos en Dios) también dice en su Art 6. que no se requerirá "nunca ninguna prueba o requisito religioso para acceder a cualquier oficina o dependencia pública…".
Los compromisos de los labios para afuera son fáciles de romper. El compromiso más grande es interior.
2. Gobierno e Iglesia, mejor sólo amigos.
Hasta el papa Juan Pablo II cuando fue consultado sobre la independencia entre Estado e Iglesia, se refirió a las palabras de Jesús. “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Jesús hacía ver bien claro que Dios se interesa más por nuestros corazones que por nuestros bolsillos. En términos prácticos, cada cual puede dar a la agrupación eclesiástica de su elección el monto que desee, pero igual debe pagar sus impuestos al fisco, depositando en cuentas bancarias separadas.
Los alarmistas suponen un peligro inexistente: si el Estado no es católico perdemos todos nuestros principios. Falso. Hay valores judeocristianos vertidos en nuestra Constitución que siguen intactos; por ejemplo, los que se oponen al aborto pueden seguir dando la lucha basados en que “la vida humana es inviolable”, tal como reza algún artículo, en otra forma de decir “no matarás”.
Las peleas religiosas son interminables, es mejor basar la argumentación en Derechos Humanos universales. Ni Italia, que dio el carácter romano al cristianismo, ni España, que trajo esa religión a América, son países con religión oficial, pero sus templos y su fe católica siguen siendo predominantes en la población. Se demuestra que una religión es fuerte si tiene fieles, aunque no tenga certificaciones legales.
Hay que tener cuidado al manejar conceptos tan delicados. “Católico” no es sinónimo de “Dios”. Uno de cada 8 humanos dice profesar la fe católica, apostólica y romana. Los demás 7 tienen los mismos derechos y pueden tener la misma espiritualidad profesando otros credos o realizando otros ritos. Así como hemos superado otras divisiones antes, y ahora nos sabemos todos ticos sin importar género o raza, nos hace falta superar la división religiosa.
El ministerio de Educación debe hacer un gran esfuerzo por recuperar valor espirituales, éticos y morales de carácter universal como respeto, honestidad, solidaridad, amor al trabajo: es cierto, nos hace falta como pueblo. Puede haber lecciones de Valores Universales, no hay por qué repetir el catecismo en las aulas.
El poder político basado en valores espirituales eternos, dio forma a grandes civilizaciones progresitas, donde el crecimiento material, artístico y deportivo provenía de una sólida creencia en alguna deidad. Por el contrario, el poder político combinado con fanatismo religioso ha generado terribles masacres como el Holocausto, las Cruzadas o los atentados del 11 de setiembre. Creerse poseedor del único dios verdadero es soberbia, pecado capital para los católicos. A fin de cuenta, Mahoma, Buda, Confucio, usted y yo, somos todos criaturas de Dios.
César Monge.
25 de setiembre de 2009.
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