lunes, 15 de febrero de 2010

Plata amarga y bronce dulce.

Expectativa menos realidad igual a frustración. Esta ecuación explica las ocasiones en que un atleta gana medalla de plata pero se echa a llorar, mientras que el medallista de bronce a su lado exuda victoria y alegría. Así fue la premiación del domingo siete de febrero. Cada cuatro años, como las olimpiadas, se reparten medallas electorales y vemos en TV las reacciones de los competidores tan pronto los jueces definen un ganador y ubican a los demás en el ranking.

La medallista de oro cumplió sus expectativas, no hubo sorpresas, pero las reacciones del segundo y tercer lugar son ilustrativas para una clase de psicología.

El medallista de bronce, Otto, tenía en realidad dos derrotas: no logró una segunda vuelta, y si tal cosa se diera, él no sería protagonista, pues en los últimos metros de carrera se le fueron arriba y terminó de tercero. Sin embargo, con admirable talento de vendedor no tituló su discurso “Derrota 2010”, sino “Victoria 2014”, y lo empezó con la frente en alto gritando: “Somos ganadores…” Proyectó en línea recta las marcas de las últimas 3 elecciones y estimó en “60 y pico por ciento” el apoyo que tendrá la próxima vez. Luego, en voz baja, felicitó a la ganadora del oro, y recordó que el ganador de plata ha perdido un tercio de su fuerza. A corto plazo; sus seguidores se sintieron los mayores ganadores de la jornada; se visualizan como primeros de la siguiente campaña, que ya empezaron, pero fue imprudente poner las expectativas tan altas, ¿Triplicará el ML su caudal en tan poco tiempo o estará prefabricando una frustración? Cuando la motivación supera el realismo, se puede ser temerario.

El ganador de medalla de plata, Ottón, dio un discurso de pérdida fatal. Confirmó su retiro sin que haya nuevo capitán del equipo; “mi tiempo pasó” y “que otros analicen la derrota”, a pesar de tener logros a su favor: recuperó el segundo puesto al puro final, superó las encuestas y consolidó a los suyos como principal bancada de oposición. El dolor llega porque realmente esperaba ganar en primera ronda, contra todos los pronósticos de los científicos sociales. Una medalla de plata me sabe amarga cuando la frustración abonada con negación me lleva a ira contra un enemigo real o imaginario, me pone en papel de víctima, revive odios del ayer, trae recriminaciones al equipo y sobre todo, me impide corregir mis faltas. Así está el PAC, la amargura deja una visión derrotista en busca de culpables más que de soluciones. ¿Con ese ánimo piensan competir en cuatro años? El capitán Macaya se ha desperdiciado en la banca, ¿Cuándo lo dejarán jugar?

Allá atrás viene el menos malo de los corredores, quien nunca incluyó en sus expectativas subir al podio. La meta (tácita o explícita) era sobrevivir y cumplió: el PUSC respira. Viven su nueva realidad: son un pequeño equipo de veteranos, que aún no mueren. La bandera rojiazul pasa de moda y los clientes ahora compran más la bandera roja. No tienen nombres nuevos y los clásicos están ocupados sacando cuentas con la Justicia. Los espera un desgaste serio. ¿Estarán en forma para saltar a la arena una vez más, cuatro años más viejos, o deberían retirarse? Puede que les PASE un tren por encima si no se cuidan.

En las próximas justas de 2014 lo mejor de todo será que a fuerza tendremos una nueva generación de protagonistas, será novedoso, y motivará al público. Por ahora, ojalá entendamos que la lucha terminó, a fin de cuentas somos un solo equipo y debemos trabajar juntos si queremos ver a Costa Rica competir con sentido olímpico Citius, Altius, Fortius”: más rápido, más alto, más fuerte.

Ing. César Monge Conejo.
15 febrero 2010.

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