Los ticos debemos aprender a competir con la rudeza mercantil de los franceses, y tener un corazón solidario como los gringos. En Costa Rica se ha polarizado el tema, hay quienes nos ponen a elegir entre solidaridad y competitividad como temas excluyentes, opuestos en un espectro ideológico con teorías derechas o izquierdas del siglo pasado, que hoy no sirven para explicar la vida real. Dos académicos que conozco asocian competitividad con el sistema capitalista estadounidense, y solidaridad con el sistema socialista francés. Esto construye un paradigma engañoso, en que pregunto: ¿Compito para hacer dinero, o ayudo al prójimo? como si no se pudieran hacer ambas cosas simultáneamente, con gran éxito.
Uno, consultor en planificación de salud pública para la CCSS, utiliza el modelo francés como ejemplo para los ticos, de la solidaridad “a la francesa”. Es cierto, en salud y educación, que se financian con impuestos que pagan quienes producen riqueza, Francia tiene niveles sumamente altos en todo indicador social, pero esos franceses son competitivos a nivel obsesivo. Sus vinos deben ser mejores que los chilenos, la cocina francesa debe ser superior a la italiana, la ciudad europea más visitada debe ser París, capital de la moda mundial, nunca superada por Nueva York. Las camisetas de lagartito pelean con las Tommy, y Renault Peugeot no le tiene miedo a Toyota Ford. Su selección de fútbol debe ir al Mundial a ganar la copa (ojalá en final contra Inglaterra), y enfurecen cuando el mundo habla más la lengua inglesa que la francesa. Los restaurantes franceses tienen facturas nada solidarias con el comensal, porque al ser primeros en un ranking mundial cobran más caro. Saben que la excelencia rinde dividendos, a diario se superan a sí mismos: no van a participar suavemente, luchan a muerte por ganar.
Otro, asesor financiero de empresas privadas, usa el lema gringo “time is money” para enseñar eficiencia y sentido comercial “a la americana”. Es cierto, Estados Unidos encabeza el ranking de competitividad mundial porque investiga y desarrolla, convierten sus inventos, como el celular o la Internet, en impresoras de billetes, pero también son solidarios. Aunque su sistema de salud está en reforma porque era deficiente, la atención del terremoto en Haití o los tsunamis en Asia está claramente liderada por la marina gringa. Son el país del mundo que más dona dinero a otros países, 26.000 millones de dólares en 2008, es como el PIB total tico, si bien los europeos donan un porcentaje más alto de sus ingresos. Fuera del gobierno central, a nivel personal el gringo es uno de los ciudadanos del primer mundo que más tiempo dedica a voluntariado para servicio comunal, atención a enfermos o ancianos, servicios religiosos y eventos culturales. Saben que el trabajo de las abejas es lo que mantiene la colmena, hoy por ti mañana por mí.
Solidaridad y competitividad no son excluyentes. No se puede ser competitivo con una población descuidada en la salud y lo social, que produce poco dinero para mejorar; círculo vicioso del subdesarrollo. Un pueblo sano y educado puede crear más ideas que generan fondos para mantener sana y educada a la sociedad; círculo virtuoso del progreso.
Los países exitosos tienen esto claro. Solidarios con la gente, su sentido humano es muy profundo; competitivos en la producción, su calidad es muy alta.
Quiera Dios que abramos nuestras mentes para aprender lo mejor de los demás, y aceptemos la evidencia científica: todo país que progresa, cuidando a su gente, es competitivo a la francesa, pero solidario a la americana.
Ing. César Monge.
20 de febrero 2010.
Uno, consultor en planificación de salud pública para la CCSS, utiliza el modelo francés como ejemplo para los ticos, de la solidaridad “a la francesa”. Es cierto, en salud y educación, que se financian con impuestos que pagan quienes producen riqueza, Francia tiene niveles sumamente altos en todo indicador social, pero esos franceses son competitivos a nivel obsesivo. Sus vinos deben ser mejores que los chilenos, la cocina francesa debe ser superior a la italiana, la ciudad europea más visitada debe ser París, capital de la moda mundial, nunca superada por Nueva York. Las camisetas de lagartito pelean con las Tommy, y Renault Peugeot no le tiene miedo a Toyota Ford. Su selección de fútbol debe ir al Mundial a ganar la copa (ojalá en final contra Inglaterra), y enfurecen cuando el mundo habla más la lengua inglesa que la francesa. Los restaurantes franceses tienen facturas nada solidarias con el comensal, porque al ser primeros en un ranking mundial cobran más caro. Saben que la excelencia rinde dividendos, a diario se superan a sí mismos: no van a participar suavemente, luchan a muerte por ganar.
Otro, asesor financiero de empresas privadas, usa el lema gringo “time is money” para enseñar eficiencia y sentido comercial “a la americana”. Es cierto, Estados Unidos encabeza el ranking de competitividad mundial porque investiga y desarrolla, convierten sus inventos, como el celular o la Internet, en impresoras de billetes, pero también son solidarios. Aunque su sistema de salud está en reforma porque era deficiente, la atención del terremoto en Haití o los tsunamis en Asia está claramente liderada por la marina gringa. Son el país del mundo que más dona dinero a otros países, 26.000 millones de dólares en 2008, es como el PIB total tico, si bien los europeos donan un porcentaje más alto de sus ingresos. Fuera del gobierno central, a nivel personal el gringo es uno de los ciudadanos del primer mundo que más tiempo dedica a voluntariado para servicio comunal, atención a enfermos o ancianos, servicios religiosos y eventos culturales. Saben que el trabajo de las abejas es lo que mantiene la colmena, hoy por ti mañana por mí.
Solidaridad y competitividad no son excluyentes. No se puede ser competitivo con una población descuidada en la salud y lo social, que produce poco dinero para mejorar; círculo vicioso del subdesarrollo. Un pueblo sano y educado puede crear más ideas que generan fondos para mantener sana y educada a la sociedad; círculo virtuoso del progreso.
Los países exitosos tienen esto claro. Solidarios con la gente, su sentido humano es muy profundo; competitivos en la producción, su calidad es muy alta.
Quiera Dios que abramos nuestras mentes para aprender lo mejor de los demás, y aceptemos la evidencia científica: todo país que progresa, cuidando a su gente, es competitivo a la francesa, pero solidario a la americana.
Ing. César Monge.
20 de febrero 2010.
Publicado: La Nación, 24 febrero 2010.
Estimado Cesar, muy acertado su comentario, le felicito,
ResponderEliminarsaludos,
Mònica Segnini