jueves, 17 de diciembre de 2009

Secuestro de tres gatos bravos.


Hacerse el gato bravo es un costarriqueñismo: apropiarse de algo. Es difícil recuperar un objeto de garras del consentido gato, que pasa de amigo a rival, como el niño egoísta que toma un juguete ajeno; cuando se lo piden grita “Mío” y libra una batalla; el cautivo vuelve a manos del dueño a cambio de una golosina. Así es un juego, pero si lo hace un adulto, se llama secuestro con extorsión.
A veces un cuidador de finca ha pasado tantos años a cargo, que un día toma posesión del bien así sea a balazos y grita “Esta tierra es mía”; claro, aceptaría irse a cambio de dinero. Para el verdadero dueño la única alternativa es un juicio que tarda 15 años. Aunque el caso lo defienda un abogado astuto como el Gato con Botas, esto no es justicia pronta y cumplida, es pago de rescate para liberar al rehén. En el 2009, hubo tres de estos delitos que llaman a alerta nacional, todos ejecutados por gatos caseros:

1. El gato con llantas. Unos taxistas informales pusieron su libertad de expresión por encima de nuestra libertad de tránsito. “Esta calle es mía”; dueños del asfalto se pueden aparcar en una rotonda, y no lo ven como un delito: obstrucción de una vía pública, sino que creen con derecho a impedir a los demás movilizarse. Eso es privación de libertad, otro acto ilícito, y de paso dieron de golpes al único policía de tránsito que los enfrentó.

2. El gato con radio. Las frecuencias electromagnéticas son del Estado, o sea de todos. El gato bravo no las fabricó ni compró, ha sido por décadas un cuidador, aunque las tiene ociosas. Vía referendo democrático se generó un tratado de comercio que está por encima de la ley, apenas bajo la Constitución. Obliga a devolverlas, porque el pueblo, dueño último de los bienes públicos, quiere empresas privadas operándolas. El gato bravo dice “Radio mía”, escudado en su licencia, papel que está cuatro gradas por debajo de un tratado internacional. Al final sí las soltará por un rescate de $7 millones.

4. El gato con barcos. Es el más bravo, gordo de privilegios y exceso de días libres. Maúlla “Muelles míos” aunque los tiene en letargo, rankeados #128 entre 130 países. Tanto miedo le tiene el Estado que está dispuesto a pagarle $137 millones para recuperar el control. Más de la mitad de los agremiados aceptarían el jugoso botín para abrir los puertos a concesión, pero el sindicato les impide, a golpes y sangre, decidirlo en votación democrática. Pidió medio millón de dólares por empleado para liberar los muelles, apenas $800 millones, justo lo que cuesta construir un puerto nuevo. No sabemos si quieren el dinero en billetes pequeños, o si harán otra huelga que bloquee la navegación para presionar.

Quien obstruye una calle es un delincuente y debe ser tratado como tal, quien bloquea un puerto a cambio de millones es un "terrorista light” porque aún no mata a nadie; pero impedir a los barcos zarpar y a los turistas turistear, es secuestro y asociación ilícita. ¿Dónde está la Fiscalía? Quien irrespeta una decisión democrática no sabe vivir en sociedad, carece de valores cívicos básicos, y olvida quién es el jefe de un empleado público; la permanencia de una institución pública no puede ser más importante que el servicio público que se supone brinda en un Estado de derecho.

Gracias a Dios estamos a tiempo de detener la ola de secuestros. La experiencia de países como Israel o Colombia es útil cuando un antisocial captura rehenes. La regla de oro es: “Con los secuestradores no se negocia”.

Ing. César Monge C.
17 de noviembre 2009.
Publicado:

1. Diario Extra, 21 diciembre 2009.
2. Primera Plana, Semanario del Colegio de Periodistas de Costa Rica, 8 de febrero 2010

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