martes, 14 de septiembre de 2010

El fuego se recicla.


Nos tropezamos tres veces con la misma fogata: en la Edad Media los libros contrarios al dogma de la Iglesia eran quemados en la hoguera, donde luego ardían también los cuerpos de quienes fueran declarados herejes. En el Siglo 20 la pira de Hitler quemó cualquier libro que cuestionara su ideología extrema, y más adelante, también quitó la vida a millones de seres humanos. Se supone que la Humanidad ya había aprendido las amargas lecciones de la Inquisición y el Holocasto, pero no ha sido suficiente. En pleno siglo 21 fanáticos religiosos en Estados Unidos planearon quemar libros del Corán el 11 de setiembre, en protesta porque se quiere construir una mezquita muy cerca de la zona cero del ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York. La idea, tan absurda como quemar Biblias porque entre los terroristas de ETA y las FARC hay muchos católicos, se detuvo después de el secretario de defensa y el mismo presidente advirtieran que esa protesta sería una efectiva forma de atizar el fuego del odio en los grupos terroristas alrededor del mundo, incrementando así el reclutamiento de atacantes.

A lo largo de la historia el enemigo ha sido el odio fanático, no una religión particular. Los hooligans ingleses ocasionaron muertes pandilleras por fanatismo futbolero, no por ser anglicanos. Los coches bomba de IRA en Irlanda explotaron en una lucha entre católicos y protestantes. India y Pakistán se apuntan con armas nucleares, unos son hindúes y otros musulmanes. Corea del Norte apunta sus misiles a las capitalistas Corea del Sur y Japòn, por fanatismo político, no porque existan budistas y sintoístas.
En el fanatismo piromaniaco primero se odian las ideas diferentes a las mías, y luego me doy permiso de matar a quienes alojan en sus mentes tales ideas, sin cargo de conciencia porque sus vidas valen menos que la mía.

En Costa Rica, no hemos llegado a tales extremos, pero hay un germen fanático peligrosamente descuidado. En Nueva York se evacúan colegios por amenaza de bomba, acá se evacúan universidades cuando estudiantes adoptan el pasamontañas como uniforme para tomar edificios y creen que es divertido quemar llantas, resulta curioso este gusto pirómano en la protesta callejera. La xenofobia nos dice que el narcotráfico tiene nacionalidad, al igual que la agresión a mujeres, apunto al sur o al norte como origen de todo mal, sin darme cuenta que en mi país la mayoría de delincuentes son mis compatriotas.

El fuego del odio se recicla a sí mismo, y tal vez nunca se logre apagar por completo de la raza humana, pero podemos instalar detectores de humo: Las clases de Cívica deben recordar que profesar una fe es un derecho individual que garantiza los derechos ajenos, que la libertad de expresión respeta la libertad de tránsito, que los derechos humanos no se negocian por motivos religiosos y las de Historia deben recordar los caros costos del fundamentalismo. No cabe el puritanismo en un pueblo mestizo cuya lengua y religión son inmigrantes nacionalizados, debemos reconocer que los pueblos grandes se formaron con migraciones. Sobre todo, sigue siendo válida la Ética de Aristóteles, los extremos matan, nos harían muy bien las capillas multidenominacionales, donde se vive la realidad de que rezar como musulmán, orar como cristiano o meditar como budista es al fin, la misma búsqueda espiritual interior.
César Monge, 14 setiembre 2010.
1. Publicado
Primera Plana, semanario del Colegio de Periodistas de Costa Rica. 20 setiembre 2010.
2. Publicado
Diario Extra, 05 de octubre 2010.