domingo, 28 de febrero de 2010

Limonada sin azúcar ni limón.

- Casa de comercio sí, casino no.

Había una vez dos capitalistas: Bueno y Malo, cada uno compró un vaso de agua en un peso. Bueno le echó limón y azúcar, y vendió un vaso de limonada a dos pesos. Malo, sin agregarle nada, lo vendió a dos pesos, como limonada ultra light, 100% libre de azúcar y que no provoca acidez. Malo empezó a vender six packs a sólo 10 pesos (lleva 6 paga 5), a los clientes que pagaran por adelantado. Su mágico negocio acabó cuando los clientes murieron de inanición. Sobrevivirá Bueno y su limonada de receta tradicional. Así se puede ver el aprendizaje que dejó la crisis económica del 2009.

A Bill Clinton, un progresista, le preguntaron si éste sería el fin de bancos y capitalismo. El explicó que no; de hecho la solución está en el capitalismo “al estilo antiguo”: un banco le presta a Juan para que construya una planta eólica, él produce energía limpia más barata que la de petróleo, por eso vende mucho, da empleo, paga el crédito y se gana una plata. Es como limonada orgánica que cuida el planeta.
Esto es capitalismo del Bueno, sano porque se basa en una premisa espiritual: Produzco algo para los demás, y me recompensan por ello. Se premia al que crea algo. Es justo porque el objetivo positivo es dar: ¿Qué le doy a la humanidad hoy? El valor agregado son mis habilidades y tiempo, en el proceso doy algo de mí. Aplica la justa Ley de Oferta y Demanda: si el bien o servicio es escaso porque requiere más trabajo, conocimiento o esfuerzo, es más caro. La cita con dermatólogo es más cara que la de médico general, es justo porque tuvo que estudiar más y el casado especial es más caro que el corriente porque viene full extras.

Cuando la crisis empeoró con el petróleo por las nubes, los productores de crudo demostraron que un 70% del sobreprecio venía de las bolsas de valores, no de los pozos. No era oferta y demanda, porque en la bolsa no había ni productores ni consumidores. Un tipo compró acciones de $70 el barril, y las vendió a $80 a otro fulano cuando la pizarra marcaba $90 (ambos se ganan $10 de aire), y así terminamos a $140; se duplicó el precio de mercado de un bien que no escaseaba. La Bolsa ya no era casa de comercio, sino un casino. Esto es capitalismo del Malo. Se premia al que venda más aire ¿Qué puedo tomar de la humanidad hoy? Ganancias rápidas, sin valor agregado, de por sí todos los días sale un tonto a la calle. Pereza, avaricia y soberbia, tres pecados capitales.

Si apuesto en la ruleta y mi número no gana, eso no es culpa del capitalismo. ¿No soy vago y avaro desde que sueño con fabulosas ganancias instantáneas? La crisis de 2009 no es el fin del libre mercado ni cosa por el estilo; pero queda el aprendizaje de que tendremos una economía sana si aportamos algo al mundo. En Guanacaste sí se sintió la crisis, porque allá vendíamos casas por docena, a precios de burbuja; y cuando la espuma se asentó, llegaron las consecuencias. Por otro lado los call centers, que se transformaron en centros de servicio especializado, generaron empleo en medio de la crisis y los caficultores refinados subastaron su grano de oro a precios de oro porque requiere una dedicación casi maternal. Sí, sorteamos la crisis casi ilesos porque nuestra banca es conservadora y nuestra Bolsa de Valores es pequeña, pero también aprendimos que al vender aire, la ganancia se va tan fácil como viene, pero la recompensa del verdadero trabajo es sólida y resiste cualquier tormenta. Cuando canto “Vivan siempre el trabajo y la paz” debo recordar que para vivir en paz, siempre hay que trabajar.

Ing. César Monge Conejo.
28 febrero 2010.
cesarmonge@yahoo.com

Publicado en Primera Plana, Colegio de Periodistas de Costa Rica. 05 de julio 2010.

http://www.primeraplana.or.cr/app/cms/www/index.php?pk_articulo=3307

sábado, 20 de febrero de 2010

Competir a la francesa, ayudar a la americana.

Los ticos debemos aprender a competir con la rudeza mercantil de los franceses, y tener un corazón solidario como los gringos. En Costa Rica se ha polarizado el tema, hay quienes nos ponen a elegir entre solidaridad y competitividad como temas excluyentes, opuestos en un espectro ideológico con teorías derechas o izquierdas del siglo pasado, que hoy no sirven para explicar la vida real. Dos académicos que conozco asocian competitividad con el sistema capitalista estadounidense, y solidaridad con el sistema socialista francés. Esto construye un paradigma engañoso, en que pregunto: ¿Compito para hacer dinero, o ayudo al prójimo? como si no se pudieran hacer ambas cosas simultáneamente, con gran éxito.

Uno, consultor en planificación de salud pública para la CCSS, utiliza el modelo francés como ejemplo para los ticos, de la solidaridad “a la francesa”. Es cierto, en salud y educación, que se financian con impuestos que pagan quienes producen riqueza, Francia tiene niveles sumamente altos en todo indicador social, pero esos franceses son competitivos a nivel obsesivo. Sus vinos deben ser mejores que los chilenos, la cocina francesa debe ser superior a la italiana, la ciudad europea más visitada debe ser París, capital de la moda mundial, nunca superada por Nueva York. Las camisetas de lagartito pelean con las Tommy, y Renault Peugeot no le tiene miedo a Toyota Ford. Su selección de fútbol debe ir al Mundial a ganar la copa (ojalá en final contra Inglaterra), y enfurecen cuando el mundo habla más la lengua inglesa que la francesa. Los restaurantes franceses tienen facturas nada solidarias con el comensal, porque al ser primeros en un ranking mundial cobran más caro. Saben que la excelencia rinde dividendos, a diario se superan a sí mismos: no van a participar suavemente, luchan a muerte por ganar.

Otro, asesor financiero de empresas privadas, usa el lema gringo “time is money” para enseñar eficiencia y sentido comercial “a la americana”. Es cierto, Estados Unidos encabeza el ranking de competitividad mundial porque investiga y desarrolla, convierten sus inventos, como el celular o la Internet, en impresoras de billetes, pero también son solidarios. Aunque su sistema de salud está en reforma porque era deficiente, la atención del terremoto en Haití o los tsunamis en Asia está claramente liderada por la marina gringa. Son el país del mundo que más dona dinero a otros países, 26.000 millones de dólares en 2008, es como el PIB total tico, si bien los europeos donan un porcentaje más alto de sus ingresos. Fuera del gobierno central, a nivel personal el gringo es uno de los ciudadanos del primer mundo que más tiempo dedica a voluntariado para servicio comunal, atención a enfermos o ancianos, servicios religiosos y eventos culturales. Saben que el trabajo de las abejas es lo que mantiene la colmena, hoy por ti mañana por mí.

Solidaridad y competitividad no son excluyentes. No se puede ser competitivo con una población descuidada en la salud y lo social, que produce poco dinero para mejorar; círculo vicioso del subdesarrollo. Un pueblo sano y educado puede crear más ideas que generan fondos para mantener sana y educada a la sociedad; círculo virtuoso del progreso.
Los países exitosos tienen esto claro. Solidarios con la gente, su sentido humano es muy profundo; competitivos en la producción, su calidad es muy alta.
Quiera Dios que abramos nuestras mentes para aprender lo mejor de los demás, y aceptemos la evidencia científica: todo país que progresa, cuidando a su gente, es competitivo a la francesa, pero solidario a la americana.

Ing. César Monge.
20 de febrero 2010.
Publicado: La Nación, 24 febrero 2010.

lunes, 15 de febrero de 2010

Plata amarga y bronce dulce.

Expectativa menos realidad igual a frustración. Esta ecuación explica las ocasiones en que un atleta gana medalla de plata pero se echa a llorar, mientras que el medallista de bronce a su lado exuda victoria y alegría. Así fue la premiación del domingo siete de febrero. Cada cuatro años, como las olimpiadas, se reparten medallas electorales y vemos en TV las reacciones de los competidores tan pronto los jueces definen un ganador y ubican a los demás en el ranking.

La medallista de oro cumplió sus expectativas, no hubo sorpresas, pero las reacciones del segundo y tercer lugar son ilustrativas para una clase de psicología.

El medallista de bronce, Otto, tenía en realidad dos derrotas: no logró una segunda vuelta, y si tal cosa se diera, él no sería protagonista, pues en los últimos metros de carrera se le fueron arriba y terminó de tercero. Sin embargo, con admirable talento de vendedor no tituló su discurso “Derrota 2010”, sino “Victoria 2014”, y lo empezó con la frente en alto gritando: “Somos ganadores…” Proyectó en línea recta las marcas de las últimas 3 elecciones y estimó en “60 y pico por ciento” el apoyo que tendrá la próxima vez. Luego, en voz baja, felicitó a la ganadora del oro, y recordó que el ganador de plata ha perdido un tercio de su fuerza. A corto plazo; sus seguidores se sintieron los mayores ganadores de la jornada; se visualizan como primeros de la siguiente campaña, que ya empezaron, pero fue imprudente poner las expectativas tan altas, ¿Triplicará el ML su caudal en tan poco tiempo o estará prefabricando una frustración? Cuando la motivación supera el realismo, se puede ser temerario.

El ganador de medalla de plata, Ottón, dio un discurso de pérdida fatal. Confirmó su retiro sin que haya nuevo capitán del equipo; “mi tiempo pasó” y “que otros analicen la derrota”, a pesar de tener logros a su favor: recuperó el segundo puesto al puro final, superó las encuestas y consolidó a los suyos como principal bancada de oposición. El dolor llega porque realmente esperaba ganar en primera ronda, contra todos los pronósticos de los científicos sociales. Una medalla de plata me sabe amarga cuando la frustración abonada con negación me lleva a ira contra un enemigo real o imaginario, me pone en papel de víctima, revive odios del ayer, trae recriminaciones al equipo y sobre todo, me impide corregir mis faltas. Así está el PAC, la amargura deja una visión derrotista en busca de culpables más que de soluciones. ¿Con ese ánimo piensan competir en cuatro años? El capitán Macaya se ha desperdiciado en la banca, ¿Cuándo lo dejarán jugar?

Allá atrás viene el menos malo de los corredores, quien nunca incluyó en sus expectativas subir al podio. La meta (tácita o explícita) era sobrevivir y cumplió: el PUSC respira. Viven su nueva realidad: son un pequeño equipo de veteranos, que aún no mueren. La bandera rojiazul pasa de moda y los clientes ahora compran más la bandera roja. No tienen nombres nuevos y los clásicos están ocupados sacando cuentas con la Justicia. Los espera un desgaste serio. ¿Estarán en forma para saltar a la arena una vez más, cuatro años más viejos, o deberían retirarse? Puede que les PASE un tren por encima si no se cuidan.

En las próximas justas de 2014 lo mejor de todo será que a fuerza tendremos una nueva generación de protagonistas, será novedoso, y motivará al público. Por ahora, ojalá entendamos que la lucha terminó, a fin de cuentas somos un solo equipo y debemos trabajar juntos si queremos ver a Costa Rica competir con sentido olímpico Citius, Altius, Fortius”: más rápido, más alto, más fuerte.

Ing. César Monge Conejo.
15 febrero 2010.